Los síntomas al principio de la enfermedad son inespecíficos: fiebre alta, letargo, anorexia, lloriqueo de los ojos y la nariz (de esa secreción nasal que produce en los animales enfermos viene el nombre de la enfermedad). La secreción nasal puede llegar a ser purulenta. En la piel aparecen erupciones cutáneas bajo el mentón y la zona alrededor del ano. Finalmente, aparecen los signos de tipo nervioso, como mala coordinación, tortícolis y temblores hasta que el animal fallece. En la mayoría de los casos la muerte sobreviene antes de que aparezcan los signos de tipo nervioso.
El diagnóstico puede hacerse por la historia de haber estado en contacto con animal enfermo o bien por pruebas de laboratorio.
Para prevenir la enfermedad, es necesario vacunar a los hurones. En España no hay ninguna vacuna específica para esta especie pero es posible encontrar vacunas aprobadas para su uso en hurones en EEUU.
Proteger, pues, es la clave para un hurón sano.